jueves, 5 de noviembre de 2015

Y sus alas se extendieron hacia el cielo.

Recuerdo como me cogía en sus brazos con fuerza, para que no me rompiera, como si fuera un cristal con fracturas por todas partes. Con miedo de que su pequeña sufriera algún percance. Me abrazaba contra su pecho mientras me cantaba diferentes nanas, me contaba cuentos sacados de libros que al final siempre se inventaba.

Al caminar, cuando mis pies se doblaban hacia los lados y yo necesitaba su mano, solo tenía que poner la cara temblorosa para encontrarlo, en menos de dos segundos, dándome su dedo índice para que yo lo agarrara. "Sujétate con fuerza, venga un pié y después el otro, despacito y sin soltarte" Repetía mientras yo recuperaba la confianza para dar un paso más. 

Conforme fui creciendo, mis necesidades iban cambiando, y sin que me diese cuenta el las cumplía una a una, tratándome como si fuera su pequeña princesa. Pasó de llevarme al kiosko para comprarme un huevo kinder y armarme la sorpresa mientras yo le aplaudía, a darme cinco euros a la semana para poder ir al cine con mis amigas. Siempre me daba uno al principio y me decía que con eso tendría suficiente, y cuando me iba a ir de su casa, me metía cuatro más en el bolsillo mandándome un guiño para que nadie lo viera. 

¿quién me iba a decir a mi que sus brazos se irían aflojando mientras yo aún seguía queriendo vivir en ellos? Nunca terminé de crecer, siempre conservé mi niñez y eso fue gracias a él, que me mantenía feliz, recordándome mi parte infantil. 

Con unos 12 años, cuando mi último diente se me calló me compró una de mis revistas favoritas y con la ilusión de ser mi segundo padre lo colocó en mi mesilla. En su casa siempre había chocolate para mí en la nevera, y da igual la edad que yo tuviera, podía correr hacia su cuarto y lo compartíamos a medias. Y al contarme sus batallas, las que vivía cuando tenía mi edad, cómo disfrutaba recordando cuando iba al río a bañarse los domingos con su primo; después volvía a casa y su madre siempre le regañaba, pero el era feliz "estando lleno de moscas y espantándolas con las manos".

Y los periódicos, esa era otra, los compraba a diario para completar todas las colecciones de libros, muñecas y abanicos que ofertasen, y todas me las daba a mí, "es una tontería niña, pero yo sé que a ti te gusta" me repetía cada domingo. 

Siempre tan formal y tan severo con mi educación, exigiéndome mi máximo y enseñándome todo lo que sabía. Que no era poco, enseñanzas de la vida y de conceptos básicos que he tenido la suerte de conocer solamente gracias a  él. Recuerdo una vez que me dijeron que tenía que hacerle una entrevista a un ídolo para mí, me planté en su casa con la grabadora y es uno de los grandes momentos que me ha regalado. 

O en verano, cuando íbamos a verle a su casa de veraneo y comíamos pescado frito con el resto de la familia, yo me sentaba en su regazo y el me partía y ofrecía los trocitos sin espinas. Siempre fui su niña más mimada y consentida, hasta mi madre lo decía. 

No entendía cuando en cada uno de mis cumpleaños me decía que yo le hacía viejo. No era consciente de las canas que afloraban entre su pelo negro azabache, esas pérdidas de memorias típicas de la edad que yo me cegaba al mirar.

Y sus brazos,... llegó el día en el que pasó de sujetarme el a mí a tener que sujetarle yo a él para andar. ¿es injusto? Quizás lo era para mí, es duro tener que cuidar a una de las personas que te ha enseñado a crecer y a vivir. 

No era capaz de comprender sus señales, esas que me mandaba mientras poco a poco se elevaba al cielo, solo le faltaban unas alas gigantes. Alas con las que poder volar cada noche hasta mi cama, alas que le acompañarían a volver a verme algún día, alas para convertirse en un ángel de la guarda, alas que me separaron de un tesoro sagrado.

Y en el fondo eso es lo que queda, el recuerdo de la persona que ha hecho tu vida un poco especial, porque puede haber muchos abuelos como el mío, pero cada persona es única y singular, y con él se fue parte de mi alma. Se llevó la inocencia de esa niña pequeña a la que sostenía para andar.

4 comentarios:

  1. Hermosas palabras, se me salieron unas lágrimas, mucha emoción en tu relato. Te quedó precioso. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me parece alucinante que un relato mio pueda crear en ti tanto sentimiento, es todo un honor que me digas eso y que lo sientas y te llegue. Gracias de verdad, un abrazo.

      Eliminar
    2. Me transmitiste un hermosos sentimientos. Eso pasa cuando uno escribe con el corazón. Un abrazo !

      Eliminar
  2. Precioso Esther. Ya es la segunda vez que me haces llorar hoy. Y es que transmites tanto amor en todo lo que haces. Bsss

    ResponderEliminar

¡Gracias por dejarme tu opinión!